Carlo Petrini fundó el movimiento slow, o mejor el slow food en 1986 bajo la filosofía de proteger el patrimonio alimentario, su tradición y cultura. El Slow Food nació como réplica del fast food y de la vida acelerada que no favorece el equilibrio entre Hombre – Tierra y sin embargo facilita el derroche económico y energético. El concepto slow reivindica la sostenibilidad y la producción de alimentos bajo normas sostenibles y la valoración del patrimonio tradicional y local y de quienes trabajan en el medio rural. Petrini ha estado hace unos días en Madrid y en una entrevista publicada en Cinco Días indicaba que los consumidores adquieren un nuevo poder cuando tienen una actitud activa para hacer valer sus derechos y exigencias de calidad. Petrini nos está hablando de prosumidores activos en las Redes, en este caso focalizados en los alimentos pero que también se extiende lógicamente al turismo. Bajo la denominación slow u otras distintas están naciendo iniciativas que pretenden aportar valor a las actividades agrarias centradas en cultivos tradicionales, no invasivos y sostenibles. Estas iniciativas consiguen como mínimo tres efectos positivos:
1- Valorar el medio rural como núcleo de actividad económica permitiendo así que los jóvenes apuesten por el emprendimiento en el pueblo, en la zona dónde viven.
2- Una oferta diferenciadora para turistas y viajeros que cuando acuden a estos «mercados de campesinos» tienen la posibilidad de degustar alimentos sanos, tradicionales y conocer procesos de elaboración en el escenario original, en el campo.
3- Aperturas de nuevos emprendimientos turísticos, por ejemplo los llamados restaurantes Km»0″. Restauradores que cocinan productos de temporada adquiridos en la zona dónde se ubica el restaurante y cultivados bajo normas de sostenibilidad. Parte de los clientes de estos restaurantes son turistas y viajeros con un nivel económico y cultural medio, medio-alto.
Un ejemplo de estos mercados de campesinos se ha celebrado en Galaroza, en la Sierra de Huelva un territorio de enorme potencial para el turismo gastronómico, de naturaleza, cultural y de experiencias. El mercado se ha creado en colaboración con la Universidad Rural Paulo Freire y el éxito ha sido notable. La Universidad Rural Paulo Freire, que tiene una de sus sedes en la Sierra de Huelva, promueve la cultura rural y la actividad agroganadera familiar como fuente de actividad económica además del derecho a una alimentación sana.
Esa actividad extendida al nuevo turismo aporta un importante valor añadido a los viajeros que además de adquirir o degustar los productos pueden ver como se cocinan, conocer los procesos agrícolas e interactuar con los agricultores. El turista vive así una experiencia de vida.